Los británicos corren el riesgo de dejar de disfrutar de sus platos de carne favoritos, si Gran Bretaña no resuelve sus diferencias con la Unión Europea y se produce un Brexit duro. Un Brexit duro para la carne dejaría a los británicos comiendo sólo hamburguesas delicatessen.
Y es que el 55% de la carne que se consume en las Islas Británicas es carne picada, que se usa para hacer hamburguesas, para los pasteles de carne tradicionales ingleses y hasta para la receta de los espagueti a la boloñesa.
La mayor parte de los alimentos que se consumen en las Islas Británicas llegan del exterior y de países de la Unión Europea. Con la implantación de nuevos aranceles, los precios de la carne en Gran Bretaña se dispararían y convertirían cualquier hamburguesa un producto delicatessen.
Ahora mismo, Gran Bretaña consume, por ejemplo, más del doble de la carne de vaca de la que producen sus granjas.
Los especialistas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) creen que los precios de las carnes de vaca cortadas subirían un promedio de un 62% en el Reino Unido, la de ovino un 57% de media y las de aves entre un 31% y un 32%.
Por otro lado, los productores de carne -que han hecho sus cálculos- consideran que la cabaña británica de vacuno debería doblar el número de animales en explotación sólo para mantener los precios actuales.
Las asociaciones de productores de carne británicas se han manifestado públicamente en contra de las tesis de los políticos favorables al Brexit que han divulgado la idea de que la solución al problema del futuro precio de la carne pasa simplemente por producir más.
Para las asociaciones, no se puede pedir aumentar la producción sin más. Criar más ganado en las explotaciones sería un proceso largo que llevaría muchos años y que incluiría el incremento de instalaciones y de infinidad de recursos menores.
Al mismo tiempo, un escenario sin acuerdo vería a Gran Bretaña produciendo carne para exportar a precios más elevados que los de la Unión Europea, algo que los haría poco competitivos y privaría a los agricultores del acceso a los mercados de sus productos en pie de igualdad.
A los consumidores británicos, en un Brexit duro para la carne, les quedarían tres opciones: comer productos a precios muy altos, sustituirlos por otros de inferior calidad o, simplemente, dejar de consumirlos.
O comer más huesos, despojos y vísceras, algo a lo que no está acostumbrado el consumidor de las Islas Británicas.
Así se ‘comerán’ los británicos un Brexit duro para la carne.